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miércoles, 7 de diciembre de 2011

¡Tengo VIH-SIDA! ¿Qué va a pasarme?

¿QUE ME VA A PASAR SI TENGO SIDA?
El VIH se caracteriza por su lenta progresión. Esto quiere decir que actúa tremendamente despacio hasta conseguir ponernos enfermos.

Cuando nos contagiamos por primera vez, se produce un cuadro clínico muy poco específico, parecido a una gripe común. Podemos sufrir fiebre, malestar general, dolores musculares y en general unos síntomas muy similares a los del popular 'trancazo', que desaparece espontáneamente en unos días.

Pero el mal ya esta hecho, el virus ha penetrado en nuestro organismo e irá ingresando poco a poco a nuestro sistema de defensas contra las infecciones. Este ataque del VIH se produce a lo largo de meses, o incluso años, y durante este período somos capaces de llevar una vida totalmente normal sin notar ningún síntoma.

Sin embargo, llega un momento en que nuestras defensas han disminuido tanto que empezamos a no ser capaces de enfrentarnos a infecciones u otros procesos, que serían poco importantes para sujetos sanos.
El tiempo que tarda el virus en pasar de la etapa de VIH a SIDA y conseguir que nos pongamos enfermos es muy variable, y puede oscilar desde los pocos meses hasta años.

A partir de ese momento, las patologías que el paciente desarrolla van en función del grado de deterioro de sus defensas. Inicialmente, aparecen lesiones cutáneas como dermatitis seborreica, inapetencia, pérdida de peso o diarrea. Incluso algunas infecciones que puedan estar dormidas o controladas por las defensas del paciente pueden reaparecer. Es el caso de la tuberculosis, una de las primeras infecciones que desarrollan muchos pacientes.

Si la enfermedad avanza porque el paciente no recibe tratamiento contra el virus, empiezan a aparecer las primeras infecciones: neumonías por agentes poco frecuentes, gastrointestinales que producen diarrea crónica y mayor pérdida de peso y, en general, un comportamiento mucho más agresivo de las infecciones más habituales entre la población general.

Si disminuyen aún más las defensas del sujeto (algo que puede medirse contando el número de leucocitos de defensa o leucocitos CD4 en la sangre del paciente), los problemas infecciosos se hacen cada vez más difíciles de controlar y el paciente comienza a padecer más de una infección a la vez.

La muerte llega por una de estas infecciones o por la aparición de tumores, como el sarcoma de Kaposi o los linfomas, que también aparecen con mayor frecuencia en los sujetos que padecen sida. Otras veces, el cuadro que conduce a la muerte es una desnutrición extrema con pérdida de peso muy severa producida por la concurrencia de varias infecciones a la vez o por las del tubo digestivo, que producen diarreas severísimas imposibles de tratar.

¿DEBO DECIR QUE TENGO SIDA?

Esta pregunta es quizás poco apropiada para ser respondida a secas. Sin embargo, la experiencia con muchos pacientes a lo largo de años  permite dar unos consejos útiles en este sentido.

La primera pregunta no debe ser si debo o no decir que tengo vih-sida sino a quién debo decírselo. No somos partidarios de aconsejar a los pacientes que comuniquen esta información a todo su entorno, y menos al principio.

En general, no decimos a los compañeros de trabajo, de barrio o amigos no íntimos que estamos enfermos de tal o cual cosa con grandes detalles. El sida es además una enfermedad con tan mala prensa que todavía confiere al paciente que la sufre la condición poco menos que de apestado de la sociedad.

Los conceptos están cambiando muy rápidamente y cada vez se considera más el sida como un problema que le puede ocurrir a cualquiera. De hecho, muchas de las campañas publicitarias de información realizadas por un gran número de instituciones han sido enfocadas en este sentido. También existe cada vez más cultura sobre esta enfermedad entre la población general.

A pesar de todo y desgraciadamente, el sida sigue siendo considerado un estigma social y el miedo a la enfermedad es todavía demasiado alto como para que, en general, se permita a un afectado convivir relajadamente con un entorno que conozca su situación.

La condición de infectado debe modificar nuestras prácticas sexuales que han de realizarse con preservativo y el resto de precauciones necesarias incluso cuando nuestra pareja sexual esté también infectada. El virus que cada paciente transporta en la sangre no es idéntico al de cualquier otro sujeto infectado: tiene un comportamiento diferente ante los medicamentos con resistencias también distintas. Por tanto, la entrada de un nuevo VIH en un sujeto ya infectado puede empeorar claramente su situación.

Para acabar de contestar a esta pregunta queremos aconsejarle que limite mucho esta información, sobre todo al principio, cuando las ideas personales todavía no están del todo claras. Sin embargo, también queremos animarle a que confíe en al menos una persona cercana que le apoye durante este duro período. Por último, independientemente de su organización sentimental o familiar, debe ser responsable a la hora de mantener relaciones sexuales y justo con su o sus parejas sexuales anteriores dándoles la oportunidad de acceder a tiempo a un análisis que les confirme o descarte su seropositividad para poder beneficiarse del tratamiento precoz de esta enfermedad.

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