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jueves, 9 de abril de 2015

Ser indígena y homosexual


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Parecería una doble victimización: en México y de acuerdo con la última Encuesta Nacional sobre Discriminación, los indígenas y los homosexuales son los grupos mayormente discriminados, lo cual se ve reflejado en todos los actos aberrantes de los que nos enteramos a diario en las noticias, tanto contra nuestros hermanos indígenas como en los crímenes de odio contra homosexuales.
Lo que es peor: parece que ambos grupos se discriminan entre ellos de forma casi natural, pues mientras entre los gais es muy común que se escuchen frases peyorativas contra los indígenas (“pareces indio”, “está bien prieto”, “a ese lo bajaron del cerro a tamborazos”), en muchas comunidades indígenas –salvo honrosas excepciones –la discriminación hacia los homosexuales está bastante arraigada, al grado de que no solo se segrega a estas personas sino incluso se les mata.
Y sin embargo, uno de los primeros apoyos que en este país se dieron al tema de la homosexualidad nació de un grupo indígena, en específico del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), que durante su irrupción en la escena nacional en aquel histórico año de 1994, sorprendió con un personaje nunca antes visto, ni en esa, ni en revolución civil anterior alguna: la coronel Gisella, un transexual chiapaneco que desfiló entre las filas de los rebeldes.
Revolucionarios como solo ellos, los zapatistas y en especial Marcos, enviaron mensajes inéditos en este país, que hasta antes de ese movimiento continuaba manteniendo en el anonimato el apoyo a los diversos. Dentro de su exclusión y su olvido, el movimiento indígena supo incluir muy bien a otros grupos segregados de aquel México –que sigue siendo el de hoy –y hermanó en su discurso al otro rostro de la discriminación en el país: el de las lesbianas, los y las bisexuales, los chicos y chicas trans, los homosexuales.
Esta inclusión se vio coronada en la carta de apoyo que envió elsubcomandante Marcos al movimiento #LGBT del país durante la Marcha del Orgullo Gay de la Ciudad de México en junio de 1999. Aquí un fragmento de esa histórica carta.
“¿De qué tienen qué avergonzarse lesbianas, homosexuales, transgenéricos (sic) y bisexuales?
Nada hay que esconder. Ni la preferencia sexual ni la rabia por la impotencia ante la incomprensión de un gobierno y un sector de la sociedad que piensan que todo lo que no es como ellos es anormal y grotesco.
¡Que se avergüencen quienes roban y matan impunemente siendo gobierno!
¡Que se avergüencen quienes persiguen al diferente!
Pero no sólo participan en este día de lucha quienes se pueden hacer ver y oír.
Muchas y muchos tienen que ocultarse -a veces de sí mismos-, pero no por ello renuncian a un derecho que es de todo ser humano: el del respeto a su dignidad, sin importar su color de piel, su lengua, su ingreso económico, su cultura, su creencia religiosa, su ideología política, su peso, su estatura o su preferencia sexual.
Para quienes están presentes en esta movilización, nuestra admiración por su valentía y audacia para hacerse ver y oír, por su ¡ya basta! orgulloso, digno y legítimo.”
¿Cómo la ven #CompañerosDeGremio?  ¿Tenían ustedes conocimiento de esta carta? ¿Sabían que el movimiento gay en México está íntimamente ligado con elmovimiento zapatista? ¿Creen ustedes que travestis y transexuales, homos yliváis, son muy diferentes de la señora que se sube al metro con un reboso y un niño en la espalda, o del muchacho que sale de su casa con huaraches y sombrero para vender sus verduras en el mercado?
Es indigno que los homosexuales quieran reivindicar un poco la discriminación que sufren, discriminando a su vez a otros grupos sociales. Por eso me molesta tanto cuando escucho a un gay refiriéndose de forma despectiva a alguno de nuestros hermanos indígenas.
Espero que esto les quede muy claro y que para la próxima Marcha Gay de Puebla, se den un espacio de reflexión para pensar en las veces que sin querer o queriendo, hemos excluido.   

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